Ser vegetariana o comer carne. Reflexiones de una comunicadora interespecies
Soy una persona a quien no le gustan los conflictos. Me hacen muy mal. Sin embargo, a veces la vida me propone discusiones intensas que, después de transitar por todos mis estados emocionales, por suerte puedo tomar como una profunda fuente de reflexión y aprendizaje. El tema esta vez vino a raíz del hecho de comer o no comer carne, sobre la base de la sensibilidad, el respeto y la capacidad de comunicarme con los animales.
Todos somos diferentes
Pancha, perra, come carne (y ama roer sus huesos). Princesa, gata, (cuando se le da la real gana) come pescado. Es parte de su naturaleza. No sería respetuoso darles una dieta exclusivamente vegetariana sobre la base de mi propio juicio. Yo, humana, potencialmente omnívora, puedo elegir qué comer y en la actualidad elijo una dieta principalmente vegetariana.
Creo que así como los animales tienen distintos cuerpos, diversos sistemas digestivos, necesidades alimentarias diferentes en función de su naturaleza, a los seres humanos nos pasa lo mismo. Hay personas que necesitan vegetales para sentirse bien, otros cuerpos requieren la carne para estar en equilibrio, a otros los granos aunque les encantan les caen mal (como les pasa a los caballos, si comen muchos). La naturaleza nos hace así, distintos.
La alimentación vegetariana sutiliza la energía y nos permite percibir con mucha sensibilidad distintas capas de la realidad (como les sucede a los animales que son presa), mientras que la alimentación carnívora permite la conexión a tierra, la densidad, el estar plantado y muchas veces ayuda a hacer foco (como ocurre con los predadores).
Abogar por el respeto al cuidado de toda forma de vida
Personalmente, creo en el libre albedrío de los seres (todos los seres) y considero que las decisiones que tomamos están basadas en el nivel de conciencia de cada uno. Querer forzar, enfáticamente, a alguien a pensar de la manera que uno cree que “es la correcta” porque es la propia perspectiva, no es sabio, ni respetuoso. Cada uno es quien es. Y tiene todo el derecho a hacerlo.
Estoy convencida de que es necesario modificar la cualidad depredadora omnipresente de la especie humana con respecto al resto del planeta. No podemos seguir pensando que somos los dueños, ni los amos, y hacer desastres y abusar de todo, con propósitos meramente económicos y mercantiles y de abuso de poder. Es necesario dejar de explotar, en todo el sentido del término, todo lo que está sobre la superficie de la Tierra: léase animales, vegetales, minerales, la tierra misma. Ojalá llegue el día en que todos seamos capaces de respetar, honrar, agradecer, valorar y pedir permiso para interactuar con el mundo que nos rodea (incluyéndonos a nosotros mismos).
Las leyes de la vida Hay realidades que en la naturaleza son leyes y que los animales registran y aceptan perfectamente y de manera natural: por ejemplo, las jerarquías, los ciclos, la vida y la muerte. Pero en la naturaleza hay respeto, armonía, honra y equilibrio, que en cuanto se empieza a perder, algo ocurre (que a veces puede ser drástico) para restablecerlo. Entre los humanos nos cuesta aceptar esas realidades. Hay algunos que tienen más jerarquía que otros (eso no significa que sean mejores ni peores, es simplemente un lugar de posiciones: el papá es el papá y el hijo es el hijo, la yegua madrina es a quien todos siguen y respetan y no se discute). Cuando eso no se respeta, hay problemas.
Los procesos se manifiestan en ciclos, que tienen un inicio, un crecimiento, una declinación y una muerte. Es lo natural. Los animales lo aceptan sin resistencia. Los humanos queremos que las cosas duren para siempre o se mantengan siempre igual. Eso no existe en la naturaleza. Lo único permanente es el cambio. Y la muerte es una parte del ciclo. Es un cambio de estado. La transformación de algo en otra cosa.
En la naturaleza, los animales cazan cuando tienen hambre (algunos, como las hienas o los chimangos, comen la carne cazada por otros). Los seres humanos somos los únicos que torturamos (bueno, convengamos que a veces los gatos juegan con sus presas antes de matarlas), acumulamos y maltratamos no para comer solamente, sino en particular para ganar dinero y para tener poder sobre otros.
Los animales aceptan con serenidad el momento de la entrega de sus cuerpos a la muerte. Siempre y cuando el proceso de la vida haya sido tranquilo, respetuoso, sin terror, violencia ni maltrato. Habiendo vivido una vida digna, en el mundo animal se acepta la muerte como parte del propio destino. Creo que los humanos tenemos todavía mucho por aprender del resto del reino animal.
Para mí, la espiritualidad es el camino
Para ver esto, es necesario conectar con la mirada espiritual. Si nos quedamos en el nivel emocional y mental de la situación, el sufrimiento es muy grande. El intento de “evangelizar” a otros, genera más resistencia y dolor que cambio. Mirando la vida desde la perspectiva espiritual, con una postura neutra, observando sin evaluar, sin criticar, ni dejarse invadir por la emoción, permitiendo que lo que es, sea, nos damos cuenta de que todo forma parte de algo más grande, que no somos nosotros los que decidimos sobre la totalidad. Somos solamente una pequeña pieza de todo el engranaje.
En algunos lugares del mundo (lo juro, lo leí), hay granjas en las que hay comunicadores de animales encargados de consultar, con los animales, si ese día está bien para ellos el sacrificio o necesitan más tiempo de encarnación. Y los animales que están listos, lo hacen saber. Pero viven felices todas sus vidas y cuando es el momento de entregarse, son capaces de hacerlo sin violencia. Porque no temen a la muerte.
Personalmente, no podría hacer eso. Ni vivir en una granja en donde los animales sean alimento para otros, ni comer a estos animales. Pero mi manera no es la única, ni la mejor, ni la correcta. Cada ser es único y tiene derecho a escucharse (como leí hoy, que me encantó: percibir y tratar a su propio cuerpo como si fuera el más querido de sus animales) sin que nadie juzgue sus elecciones.
Creo que la clave está en generar cada vez más conciencia desde el amor por todos los seres que habitan nuestro universo. Con respeto, con permiso, con valoración, dando a cada uno el lugar digno que le corresponde.
Vida, muerte, vida
Los animales saben que su espíritu se renueva con cada muerte y renacimiento. No le temen, porque forma parte del ciclo vital. Y el espíritu sigue existiendo aún después del cuerpo. (Y a veces reencarna.) Ellos lo saben. La muerte es una parte de la vida. La vida nos invita a hacernos uno con todos. La cadena alimentaria tiene una jerarquía. No necesariamente todos los humanos estamos a la cabeza -que no es mejor ni peor que los otros niveles, cada uno tiene su misión encomendada en la Tierra-. Y todos empiezan a formar parte de los otros, convirtiéndose en su cuerpo, pero para eso deben transformarse a través de la muerte. Así, volvemos a ser uno.