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Cómo integrar a un perro nuevo a una familia que ya tiene otro


La llegada de un nuevo integrante a la familia, aunque es una decisión de los líderes humanos de la casa, no siempre resulta de manera natural o fácil que nos gustaría. Los cambios muchas veces generan resistencias. En ocasiones es necesario tener en cuenta algunas pautas que permitan facilitar el proceso de reacomodamiento del sistema, que cambia indefectiblemente con la inclusión de un nuevo elemento, ya sea humano o animal.

Una de las características más importante que necesitamos tener en cuenta con los animales domésticos es que a diferencia de la manera humana, en la cual lo que voy a comentar ahora también existe pero de alguna manera se “camufla” en aras de la “democracia” (que es humana), las jerarquías son muy claras y precisas. En una jauría de perros o una manada de caballos (e incluso en una colonia de gatos, aunque entre ellos funciona de manera un poquito diferente) hay un líder dominante y el resto del grupo social va disminuyendo en jerarquía y cumple las reglas determinadas por el líder que, de no ser cumplidas, tiene el derecho de ponerle límites y en casos extremos llegar a expulsarlo del grupo.

La dominancia en los animales depende de varios factores, pero sobre todo es una cuestión energética. El animal dominante suele ser seguro de sí mismo, fuerte, plantado. Es el que primero lleva a cabo las conductas instintivas etológicamente esperables: comer, reproducirse, acceder a los recursos, el dominio del territorio. Pero además, la experiencia que suele, en ocasiones, y acompañada de estas cuestiones energéticas de las que hablábamos antes, venir con la edad o la llegada antes al sistema. Entonces, para lograr una adaptación exitosa en la llegada de un nuevo integrante de la familia necesitamos tomar en cuenta la manera en la que los animales se organizan y no el estilo humano, que muchas veces está mediatizado por otras consideraciones (que suelen ser culturales) que con los animales no funcionan.

Veamos algunas claves.

  • Antes del primer encuentro, impregnar alguna tela o toalla con el olor de ambos animales (por separado, claro) y dárselos a olfatear mutuamente para que empiecen a conocer al otro antes de encontrarse. El olfato es el sentido más importante para ellos, que les permite conocer el mundo.

  • Conviene presentar a los animales en un lugar neutral. La territorialidad es un tema importante a tomar en cuenta. Para que el perro (o cualquier otro animal) que ya vive en la casa no se sienta invadido repentinamente, procederemos a que el primer encuentro sea fuera de la casa.

  • Saldrán a dar un paseo alrededor de la cuadra de la casa.cada perro acompañado por una persona. El paseo en manada ayuda a socializar, a relajarse y conocer el espacio en compañía de otros que serán pronto del mismo grupo social.

  • Todavía con la correa, en relajación (sin tirar de ella para no transmitirles tensión), dejarlos olerse tal como ellos lo hacen naturalmente, sin obligar ni forzar nada.

  • Al entrar en la casa, dejar entrar primero al que ya vive en ella (el más antiguo siempre tiene la prioridad) y observar muy atentamente el comportamiento de ambos para detectar sus señales a través del lenguaje corporal. Posición del lomo, la cola, las orejas, la boca. Tensión o relajación general del cuerpo.

  • Prever por las dudas dos espacios separados para los primeros días, en caso de que no haya una rápida adaptación. Si pudieran verse (por ejemplo a través de una rejita) sería ideal, para ir acostumbrándose a la presencia del otro.

  • Los primeros días, hasta que estemos seguros de que la convivencia es armónica, no dejarlos solos en el mismo espacio físico. Ni dejarles huesos o juguetes (estando en el mismo espacio) hasta que sepamos que no habrá conflictos por los recursos.

  • Se puede trabajar (siempre dos personas, una con cada perro) con masajes relajantes al mismo tiempo, en el mismo espacio físico o con refuerzos de comida (pedacitos de salchicha o algún otro “premio” apetitoso para el perro: queso, carne, etc.). La idea es que empiecen a asociar la presencia del otro con algo positivo.

  • Observar la jerarquía que ellos marcan naturalmente entre ellos y respetarla, aunque los humanos siempre debemos ser los líderes que marcamos los límites, las normas, el acceso a los recursos. Esto significa que el dominante siempre necesita tener el primer acceso: a salir, comer, los saludos, los juguetes, etc.

  • Tener paciencia y dar tiempo a la adaptación (que a veces lleva un proceso un tanto más largo del que esperamos) y marcar siempre el liderazgo humano.

  • En caso necesario, pedir ayuda a un educador o entrenador profesional.

Espero que la integración de la (el) nueva (o) integrante de la familia sea amorosa y armónica para todos.

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